Tener Autoestima: es sentirnos capaces para vivir la vida. Capaces para elegir y en esa elección optar por aquello que nos hace crecer y ser mejores. Las mujeres, en nuestra gran mayoría, no hemos sido enseñadas a amarnos y a lo largo de nuestras vidas ejercemos el mandamiento de amarás al prójimo, pero olvidamos vivir el final de la sentencia: como a ti mismo.
Aprender a amarnos es la garantía de nuestra supervivencia en un entorno complejo en donde quererse a sí mismo es calificado de egolatría, mientras que el amor dirigido a otros es considerado altruismo. Por ello las mujeres seguimos buscando nuestra felicidad en la aprobación y aceptación por parte de los demás.
A la niña se le educa como un ser dependiente, incapaz de valerse por sí misma en muchos de los asuntos de la vida cotidiana relacionados con el trabajo productivo, y su sexualidad le es prohibida en muchas de sus manifestaciones. Se le estimula, en cambio, lo relacionado con el hogar: los juegos de cocina y de costura, así como el cuidado de los niños, representado por las muñecas. Es como si existiera un orden que le prohibe traspasar esos límites, en tanto que a los varones se les insta a hacerlo. La niña es una especie de inválida y esto tiene relación con determinadas regiones y con la clase social, siempre hay alguien que se presta para suplir sus deficiencias. Alguien que la ayuda a vestirse, a peinarse, a lavarse.
Aun cuando no existan estos apoyos, desde pequeñas recibimos un catálogo rígido e inflexible de lo que podemos y de lo que no podemos hacer, de lo que distingue a una niña buena y cómo evitar cumplir los requisitos de las malas. Las niñas decentes contestan: "favor que usted me hace", cuando reciben un halago, y así se inicia el camino en donde el "qué dirán" se convierte en el centro de nuestras vidas. A la invalidez y a los temores se les ofrece una salida: la dependencia.
Una de las consecuencias es que la autoestima de la mujer está en función de la opinión y aceptación de los demás. En decisiones cotidianas, como cortarse el cabello, hay quien hace una consulta de orden popular amigas, suegra, pareja, compañeros de trabajo para decidir lo que le va bien; una vez sentada frente al peluquero éste le hará cambiar de opinión, y lo primero que hará al salir de ahí, será preguntar a cualquiera que se cruce en su camino con un gesto de angustia: "...oye, ¿cómo me veo, cómo me quedó?", esperando de antemano una respuesta aprobatoria, que de no darse podría provocarle una severa e irreversible depresión.
Así, nuestro valor personal y nuestra bondad los depositamos en la aprobación de los demás. El poco valor que en muchos ámbitos se da a la mujer y que ella misma se otorga, tiene raíces históricas ancestrales. Algunas sentencias podrían ilustrar el porqué a pocas horas del tercer milenio todavía hay mitos y tabúes que afectan el desarrollo de las mujeres y su capacidad de amarse así mismas. El entorno presenta obstáculos, pero las barreras más importantes no están fuera sino dentro de la mente y el corazón de miles de nosotras cuando nos consideramos indignas de la felicidad y hacemos de nuestras vidas una cadena interminable de sufrimientos, amputando un sin fin de talentos y posibilidades.
El cambio esta en ti...
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